Olla de Grillos

Hemos acordado llamar a este rincón literario “Olla de Grillos” después de pasar por encima de una serie de nombres de similar sentido, como, por ejemplo, “Cajón de sastre”, “Arca de Noé”, “Torre de Babel”, “Casa de locos” e incluso “Merienda de negros”… Para los efectos, cualquiera de ellos hubiera sido igualmente expresivo. “Olla de grillos” se refiere al “lugar en el que hay gran desorden y confusión y nadie se entiende.” No obstante, y aunque haya que interpretarlo con amplitud máxima y más allá del pie de la letra, sí es propósito de los editores que este marco esté abierto a todos los frailes del convento de San Pablo y San Gregorio, sin límite de edad y especialidad, con plena libertad de expresión y de selección temática y con la certeza de que los textos serán respetados y agradecidos.

Caben en la Olla todos los timbres de todos los grillos, en la seguridad de que todas las partituras tendrán cobijo y acogida. Cuentan, desde ya, con el agradecimiento de toda la comunidad y de cuantos lectores deseen suscribirse a ellos. Si bien la preferencia de edición está reservada a los frailes del convento de San Pablo y San Gregorio, serán igualmente acogidos y editados los trabajos de cuantos se sientan invitados (todos) a participar en esta Olla de Grillos. “De omni re scibili” era el eslogan de nuestros antepasados, a la hora de escribir o enseñar en todas las aulas que presidieron, que fueron muchas y de altos vuelos. Aquí caben los temas menores, todos los géneros y cualesquiera partitura temática. Serán bienvenidos y agradecidos. La Olla está abierta desde hoy.

Invitados a comer en familia

Las invitaciones a comer fuera de casa son habituales, máxime un fin de semana. Nuestra invitación ha sido original, en cuanto que ha tenido lugar en el propio convento, en el comedor de la comunidad. Un médico local es invitado con "los suyos" por uno de sus pacientes a compartir la mesa un día inesperado con los frailes. Cinco comensales, que incluyen matrimonio, hija, y abuela con un misionero de paso por Valladolid. En total diez personas, haciendo de director y camarero el propio paciente el día menos pensado. Es el resultado amistoso de profesionales que han mantenido su relación en la distancia y anhelan ambientes "humanos responsables" para desbordarse en detalles, sacando a la superficie cuanto hay en su interior y compartiéndolo precisamente entregándoseos al bien del prójimo. El encuentro sabroso de unas "patatas a la importancia y alitas de pollo", con alguna bebida común, y con los postres, de amplía sobremesa, incluso en grupos menores de silencio, ha demostrado una vez más la grandeza vocacional humanitaria y las dificultades que brinda la comunicación superficial, tan cargada de vanidad y marcada por la velocidad, que puede fomentar y envolver insatisfacciones. Estos encuentros posibilitan miradas profundas que cultiven desde el fondo la responsabilidad y bien hacer en las ayudas mutuas misericordiosas, que brotan como relámpagos. Que estos puntos de sosiego nos empujen al cultivo de la fraternidad nacida en el corazón de la gratitud misericordiosa. Cordialmente, Fray Manuel, o.p

FALLECE FR. FRANCISCO VILLACORTA HERRERO, OP


“Vivir para ayudar” habría sido el lema que mejor definiría la vida de un gran hombre que, tras una larga enfermedad, falleció en la madrugada del día 26, en Pamplona.
Fr. Francisco Villacorta Herrero, dominico, vivió durante cincuenta y dos años, en el convento dominicano de San Pablo-S. Gregorio, Valladolid. De una actividad desbordante, se propuso atender a todos los necesitados que acudían a él. Nunca le importó la religión, la raza o la condición de quienes pedían. Su entrega a esta causa fue total. Para él no hubo ni vacaciones, ni descanso, ni momentos de bajar la guardia. Siempre estuvo dispuesto a favorecer a los que pudo, sin importarle la hora y la necesidad. Especial interés puso en el trabajo con los internos de dos centros penitenciarios, Villanubla y La Moraleja (Dueñas, Palencia). Sus visitas eran largas y con frecuencia orientaba a esas personas y solucionaba sus muchos problemas. Un detalle significativo. Consciente de la necesidad de comunicación de aquellos internos, solía entregar tarjetas telefónicas para que esas personas, privadas de libertad y sin muchos recursos, pudieran contactar con sus familias. Muchos problemas afrontó en esa actividad. De todos salió adelante porque su sencillez y su libertad eran el sello de todo lo que llevaba a cabo y, por ello, pese a la resistencia de algunas personas, mantuvo su actividad hasta donde le fue posible. Su trabajo fue reconocido oficialmente recibiendo de manos del Ministro del Interior la “la medalla de plata al mérito social penitenciario”. En aquel momento tenía 87 años y seguía manteniendo su actividad.
El P. Villacorta fue un hombre campechano, alegre, licenciado en Filosofía y en Teología. En sus relaciones, siempre manifestó una gran sencillez que allanaba el trato con la gente. Siempre quiso prestar sus servicios desde una entrega generosa para servir a todos. A lo largo de muchos años fue el correo de la comunidad. Desde un sentido grande de la pobreza vivió austeramente. Su presencia en la comunidad fue siempre motivo de alegría, de plena confianza, a quien podía acudir por cualquier necesidad. Aquí se podría decir lo se decía de Santo Domingo “porque a todos amaba, de todos era amado”.
Su final fue un lento deterioro que le condujo a la muerte. Tenía 96 años. Mucha alegría habrá habido en el cielo a su llegada, sobre todo por parte de tantas personas a las que él entregó su vida y favoreció de forma gratuita. Descanse en paz.
 



EL DECANATO DE FR. MANUEL

Hay fechas que, cuando alguien las cruza, dan un tono especial a su vida, sobre todo cuando la suma de años tiene un peso significativo. Situarse en los 92 años es un acontecimiento señalado, por lo que supone haber protagonizado muchos argumentos y seguir en la brecha con integridad.

En nuestra comunidad gozamos de la presencia de fr. Manuel González de la Fuente. El domingo, día 7, alcanzó esa edad. Por ello mantiene el título de decano de la comunidad de S. Pablo y S. Gregorio. Alcanzar todos esos años y hacerlo con plena lucidez, manteniendo el ritmo de vida de todos, compartiendo horarios al compás de todos, es un motivo a señalar por inusual.

No sabemos si es el haber estudiado medicina el que le ha facilitado el saber cuidarse con regularidad matemática, o porque tiene una naturaleza heredada garante de una salud inquebrantable. A ello habrá contribuido, también, el haber enseñado “Armonía y relajación” durante muchos años. El yoga, el zen, el mindfulness han familiarizado a muchos con el sosiego, pero cuando todo esto no era tan popular “Armonía y relajación” supuso para muchas personas aprender a vivir en la calma, la quietud y la serenidad inquebrantable. Él sabía transmitirlo.

Durante muchos años enseñó biología en el Instituto Superior de Filosofía de San Gregorio, en esta ciudad. Él supo transmitir todo ese mundo interrelacional de mente y cuerpo, donde el sistema nervioso condiciona el bienestar de la gente. Muchos estudiantes de filosofía pasaron por su aula familiarizándose con los “fundamentos biológicos de la personalidad”. Antes, mucho antes, ayudó en la formación de los jóvenes estudiantes dominicos en Cantabria y en Salamanca, viajó a Ecuador a enderezar lo que por allí parece que andaba torcido y, de vuelta, hizo una labor que encaja con su prudencia: socio del Prior Provincial.

La trayectoria de su vida es sencilla, sin sobresaltos, porque quien la protagoniza lo hace desde la discreción. La misma que sigue manteniendo a estas alturas de la vida. No ha sido nunca amigo de alharacas, quizá porque su oído musical quedó varado a la orilla del Río Mundo, donde aprendió a nadar, allá en Molinicos, por Albacete. Un pueblo cuyo nombre adquirió fama por aquello de haber filmado en sus calles “Amanece que no es poco”. No debió dejar buen sabor aquella hazaña, ya que el pueblo no queda bien retratado, tras haberse prestado a hacer de comparsa.

Con esa carga de años Fr. Manuel sigue caminando, llevando con él horas de escucha a las muchas personas que a él acuden a compartir penas y alegrías, a charlar de la vida y de la muerte, a departir amistosamente el devenir de los días.

Anima con entusiasmo al grupo de la Fraternidad Laical Dominicana, de Valladolid. Con su palabra ha dado pautas para seguir adelante en el carisma laical y con constancia se mantiene en esa andadura.

Los “Equipos de nuestra Señora” han sido para él integrarse en el caminar de muchas parejas con las que ha compartido fe e inquietudes, anhelos y esperanzas del mundo matrimonial. Todavía, con esa carga de años, se ha implicado en el mundo de la técnica y comparte con frecuencia encuentros telemáticos, donde un grupo de cristianos inquietos quieren caminar al unísono reflexionando temas variados. Últimamente les ocupa el tema de la sinodalidad. Ahí está él llevando la batuta de la reflexión.

Y ahí sigue fr. Manuel, caminando con la paz que traen los años vividos con integridad. Buen fraile, amable compañero, ejemplar religioso por su austeridad y su buen talante. Si hace poco aludía al “Gaudeamus igitiur… recordando al más joven de nuestra comunidad, hoy podemos seguir cantándolo y completarlo añadiendo un acento distinto, pero en la misma tesitura: “gaudeamus igitur in fecunda senectute”. Así ha sido y sigue siendo la vida de nuestro decano.


Fr. Salus Mateos
Valladolid, 12 de marzo d 2021
 



GAUDEAMUS IGITUR…

La vida conventual en San Pablo sigue su ritmo de paz y sosiego. En este mundo de prisas y aceleraciones, aquí es posible encontrar un poco de paz. Se agradece y es reconfortante saborearla. Los días se suceden con colores variados. Los hay de tonos vivos que dan un toque de alegría compartida; los hay, también, grises donde la rutina común se vive con sencillez; nunca los hay de tormenta. Somos pacíficos y buscamos la paz. Normalmente se consigue.


Ese ritmo ordinario se rompe con los acontecimientos gratos que va ofreciéndonos el discurrir de las horas. Recientemente vivimos uno que merece la pena compartir con quienes visitáis esta página nuestra. Son esos hechos que te ayudan a valorar de forma especial a las personas con las que convives porque ves reconocida la labor callada que llevan a cabo. Recientemente vivimos una de especial relieve. Fr. Sixto ha alcanzado el grado de Catedrático de Estética en la Universidad de Valladolid. Creo que es un galardón merecido y trabajado. Fr. Sixto es un pacífico batallador que dedica muchas horas a la investigación filosófica. Se convierte así en “rara avis” en un mundo absorbido por la tecnología. Tampoco ésta es ajena a sus aficiones. Como trabajador incansable ofrece con relativa frecuencia el fruto de sus disquisiciones en libros profundos donde cuestiona todo lo cuestionable. El tema de Dios, la teodicea y, especialmente el arte, ocupan un lugar destacado. Merece la pena recordar alguno de los títulos que han ido apareciendo con una periodicidad envidiable: “La trama del tiempo, una reflexión filosófica”. “La lógica de la creencia”. “Sobre la belleza y la risa”. “Hermenéutica analógica y arte actual”, por señalar algunos.


A ello se une todo un cúmulo de traducciones de lo más representativo a nivel mundial en el tema de Dios. Se asoma con frecuencia a la actualidad en su blog “Bitácora veritas” donde comenta, sugiere, señala, aspectos discutibles de la actualidad, ofreciendo con desparpajo motivos de reflexión. Dirige con tino la revista “Estudios filosóficos” donde colaboran estudiosos de todo tipo que se preocupan de analizar la realidad filosófica para plasmarla en sus páginas. Él corrige, remata y pule con precisión meticulosa todo lo que le llega para que la edición sea digna de quienes se enfrascarán en su lectura. Mérito indiscutible por el tiempo que le ocupa y todo llevado de forma discreta.


No es ajeno al mundo de la música, especializado en órgano. Su maestría queda patente en la celebración de la misa de doce y media donde ofrece obras de Bach, Haendel, Pachelbel, Purcell, Cabezón, Araújo y toda una serie de maestros con los que solemniza las celebraciones dándoles un tono más vivo. Los fieles lo valoran y agradecen.


Todo este historial emerge cuando uno se detiene porque un acontecimiento señalado, te obliga a revisar la labor que alguien de la comunidad está llevando a cabo. Hecho todo desde la naturalidad y elegancia con que Sixto lo lleva a cabo. Hay motivo para alegrarse y celebrarlo y, sobre todo, para felicitarlo y, aunque una parte de la comunidad no podamos decir con exactitud “Gaudeamus igitur ‘juvenes’ dum sumus”, sí podemos sentirnos agradecidos de convivir con personas valiosas que ofrecen mucho de lo que son para bien de todos.

Fr. Salus Mateos
Valladolid, 10 de marzo de 2021
 



A PROPÓSITO DEL 8-M

Acabo de recibir un correo electrónico donde se refleja la situación actual de los cristianos en Irak. Con motivo de la visita del Papa se ha “revuelto” el panorama y se ha dado a conocer con precisión algo que, de forma un tanto imprecisa, ya conocíamos. Ahora los datos son más concretos y alarmantes. En ellos se percibe lo que todos sabíamos. Ha habido un plan para acabar con los cristianos en esas tierras. ¿Se puede hablar de genocidio? Sí. Afán de hacer desaparecer a toda una población por el hecho de ser creyente en Jesucristo. Con ese motivo se ha justificado el robo, la destrucción de iglesias, hogares, casas religiosas; se ha permitido la violación de mujeres, de niños… Toda una serie de vandalismo cruel con una población indefensa, segregada del resto, desasistida por las leyes, abrumada por una persecución implacable e inerme ante el furor de sus perseguidores.

Uno piensa dónde están los tribunales internacionales, la fuerza de las grandes potencias que se aprovechan de la debilidad de muchos países para lucrarse y dejar la situación peor de lo que estaba, huyendo cuando la explotación ya no da para más, dejando a tantas personas tiradas en el camino. Alarma pensar con qué indiferencia nos dejamos informar de situaciones inhumanas quedándonos perplejos y sin valor, dejando correr las circunstancias tan dramáticas, donde millones de personas son masacradas por motivos de religión.

Sorprende que personas tan sensibles a lo inmediato, acuciadas por intereses políticos, usando todo lo que pasa por delante para hacerse notar y dejar claro dónde se sitúan, no clamen ante tanta injusticia donde muchas mujeres se sienten esclavizadas, usadas, violadas e inermes ante tanta barbarie. Asusta la pobreza de planteamientos que mueren a la puerta de casa, olvidando lo que ocurre unos metros más allá en este mundo globalizado, sin alzar la voz en defensa de las indefensas. Qué fácil vocear soflamas desde la seguridad de un ambiente que nos aplaude.

Qué difícil levantar un poco la vista y clamar contra injusticias internacionales que deberían ser preocupación de quienes reclaman derechos, bien reclamados, por supuesto, pero faltos de horizonte, ignorando tanta barbarie y donde la vida es un juguete en manos de desalmados y donde los gritos de socorro mueren allí donde nadie responde.
Asusta pensar la dejación que existe ante tanta maldad. Abruma pensar que la ley solo es derecho de unos pocos, olvidando con qué facilidad la crueldad, el odio, el abuso permanente queda solo en noticia pasajera, donde unos desalmados van sembrando desolación y desesperanza.

Tienen valor y arrojo quienes, a pesar de toda la maldad que desgarra sus vidas, mantienen sus principios, luchan por ser fieles a lo que creen, lloran indefensos ante lo que les desborda y comienzan cada día poniendo en práctica el “amaos nos a otros” como alimento de una conducta humana, como antídoto dinámico ante tanta inhumanidad y ante tanto olvido.

La Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN en inglés) nos recuerda todo ese mundo abandonado a su suerte, sin otro apoyo que el que ofrece la bondad de personas que se sitúan ante los hechos con un corazón sensible donde no crece, porque no cabe, la indiferencia. Una vez más, los que menos gritan, los que menos reclaman para sí, son los que, desde su sensatez, ponen en práctica esos principios de solidaridad, fraternidad, de los que muchos solo usan como señuelo de otros intereses.

Hay que reclamar derechos y hay que exigir legislación más justa, pero es conveniente mirar más allá y poner voz a los que han enmudecido porque el odio y la cerrazón se han impuesto como ley para obligarlos a morir en el silencio.


Salus Mateos
Valladolid, 5 de marzo de 2021
 



¿EL MUNDO AL REVÉS? QUIZÁ

 

La calle es un hervidero de sorpresas. El pulular de tanta gente con sus peculiaridades, mantiene la atención de cualquier transeúnte y convierte a la ciudad en la feria de las vanidades o en el mercado del desconcierto.
Alguien aparece a distancia con un atuendo extraño, estudiado puntualmente en su extravagancia, para que todo el mundo vuelva la mirada, rematado por una cabellera donde se ha depositado un arcoíris completo. Uno tendiera a pensar que se ha equivocado al intentar vestirse por los pies o algún cable anda suelto en su cabeza; pero no, es una persona desinhibida, autorrealizada, que está reafirmando su personalidad ante una sociedad pacata y oprimida. Ah, no me había dado cuenta.


Ahora es el oído el que se siente sorprendido. Cerca pasa una pareja y la conversación va salpicada de palabras gruesas, groseras, malsonantes, exabruptos productos de una mala digestión. Uno pensaría que su educación se ha enturbiado por el camino; pero no, es una persona que no tiene prejuicios y no le importa donde se encuentre para expresar su estado anímico desasosegado, ya que posee un grado de libertad que para sí la quisieran muchos.


De golpe se oyen ruidos de sirenas. Es la policía. No se sabe si viene a proteger a los ciudadanos “normales” o viene a reprimir a quienes, desparramados por la calle, marchan gritando consignas podridas donde se insulta a todo el mundo; parece que no marchan en son de paz. Aprovechando la circunstancia van rompiendo escaparates, asaltan y vacían tiendas, destruyen todo lo que encuentran a su paso. Uno pensaría que son delincuentes comunes, revestidos de “protesters”; pero no, parece que son ciudadanos “pacíficos” que vienen a apoyar “la libertad de expresión”. Hay un delincuente con múltiples causas que debe vivir una temporada en prisión. Parece que la justicia lo ha colocado en su sitio, como a todos, a él también, pero uno está muy equivocado. Es un “artista” y tiene más derechos que el resto de los mortales, porque puede hacer lo que quiera, insultar a quien lo desee y gozar de privilegios, porque para eso lo han declarado “artista”. Y uno concluye: qué volátil es el término artista. Requiere de poca preparación, menos sensibilidad y un vocabulario estridente para adquirir la marca.


La radio transmite una rueda de prensa. Parece que expone uno de los que gobiernan, de los que representan a la ciudadanía y buscan el bien de todos. Eso se espera, pero parece que no es así. Está diciendo que los que protestan y vandalizan son ciudadanos que expresan su opinión, de forma “variada”, también enérgica, a lo que tienen derecho, para eso estamos en una sociedad avanzada, progresista, con una libertad que es la envidia de toda Europa. Y… ya uno no sabe si la realidad ha dado un vuelco donde todo ha perdido el norte; si él ha perdido la razón y marcha en solitario por una senda sin salida o las cosas se rebozan con un lenguaje confuso, contradictorio y pervertido.


Y es que el lenguaje es tan frágil, tan ductil y tan maleable que, hasta el más fascista, con todas las variables que encuentra en el camino, es capaz de llamarte “facha” porque no piensas como él. Si, además, encuentra eco en los “medios” todo adquiere un vuelo desorbitado, el vocabulario se vuelve loco y se pierde en la confusión más absoluta. Porque, en definitiva, resulta fácil usar el lenguaje de todos vaciándolo de contenido y usarlo torticeramente para intereses espurios. Este parece ser el acento del momento. O, quizá, el mundo se está volviendo al revés y yo no lo sabía. Quizá.


Salus Mateos
Valladolid 22 de febrero de 2021
 



Desde el agradecimiento

DESDE EL AGRADECIMIENTO Percibir todo lo bueno que hemos saboreado junto a personas con las que hemos compartido un trecho del camino, invita necesariamente a practicar la virtud del agradecimiento. Si somos sinceros, hemos de reconocer la grandeza de personas que, desde la sencillez, han sido capaces de sembrar bondad en sus relaciones. Decir esto en tiempos de incertidumbre y desasosiego, es caer en la cuenta de lo necesario que es recordar y agradecer a hombres muy humanos y, por eso, muy cristianos, con quienes hemos tenido la gracia de convivir. Eso ha representado para muchos de nosotros Juan Manuel Almarza Meñica, dominico, a quien tratamos y con quien convivimos. Falleció el día siete de este mes de diciembre. Lo hizo, como tantos otros, en un centro hospitalario, afectado por el temible “corona virus”. Fue el remate de una vida que, en sus últimos cuatro años, se vio sometida a una serie de limitaciones, causadas por un ictus que afectó a la parte derecha de su cuerpo, dejándolo inmovilizado. ¿Qué pasa por la vida de alguien que no puede expresarse, ni manifestar sus necesidades y carencias, esperando siempre que los demás sepan interpretar sus gestos inexpresivos? Cuesta creer cuánta tristeza y angustia hubieron de habitar sus días y sus noches. Cuánto dolor confiando siempre en el cuidado de los otros, inmovilizado en su silla de ruedas. Siendo una persona activa, tanto física como intelectualmente, verse reducido en todos los campos que él abarcaba, imagino fue una experiencia que tuvo que poner a prueba su fe. Almarza fue una persona buena, sin más calificativos, pero sí definiendo en su totalidad a quien supo repartir el bien a su alrededor. Inquieto por todo lo que preocupaba a las personas; estudioso de las corrientes filosóficas y sociales que subyacen en el devenir del día a día y por las que se mueve nuestro mundo; interesado por todo lo que significa el mundo del arte como vehículo del sentir de toda época; ilusionado en la búsqueda de las verdades y de la Verdad. Su actividad intelectual nunca fue óbice para poder entregarse con generosidad en ayudar y servir a los más necesitados; preocupación que le llevó a compromisos con los más pobres y que le indujeron a tomar posturas arriesgadas en su defensa. Deseoso de aportar a los demás el fruto de sus desvelos filosóficos; incansable en formular proyectos, vital en todo lo que supusiera dar pasos hacia adelante. Y todo ello realizado con sencillez y naturalidad. Su vida transcurrió en la enseñanza, sobre todo, de la filosofía. Familiares eran para él todos los pensadores contemporáneos a los que estudiaba con entusiasmo e interés, eso que supo transmitir a sus discípulos, familiarizándolos con las corrientes actuales de pensamiento. Entusiasta en la búsqueda de todo lo novedoso que tuviera consistencia y sirviera para comprender mejor la realidad. Recordarlo, cuando ya no está entre nosotros, es descubrir un hueco en nuestro camino dominicano. Sus iniciativas constantes, sus propuestas para seguir avanzando con seriedad y profundidad en una dirección acorde con los tiempos que vivimos, serán una llamada permanente a quienes quedamos en esta orilla. Su batallar contra el tiempo, arañando siempre horas para seguir ahondando en todo lo que bullía en su interior ha quedado grabado en sus libros, subrayados, meditados, comprimidos. Todos recordaremos y valoraremos su valía intelectual y su creatividad permanente; pero todos añoraremos, más que nada, su bondad y su deseo de hacer de este mundo algo más digno para todas las personas. Esa bondad es la que hacía la convivencia con él entrañable y fraterna, aderezada con la confianza y la cercanía. Mientras recordamos todavía su paso por nuestra comunidad, sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por todo lo bueno que supo sembrar entre nosotros. Durante mucho tiempo su recuerdo quedará vivo y añoraremos su vitalidad y su entusiasmo, esos que deseaba transmitir a todos como forma de ir creando una fraternidad viva, hecha de esfuerzo y exigencia y, al mismo tiempo, condimentada siempre con la alegría. Descansa en paz, amigo, y no nos olvides.

Con Dios al fondo

En tiempos de desgracia colectiva, como la que estamos viviendo, es frecuente cuestionarnos muchos temas y aspectos de nuestra vida. Esta conmoción hace saltar por los aires seguridades de todo tipo. No es extraño, por eso, que el tema de Dios aparezca, implícita o explícitamente.
Parece que, vivir rozando límites, provoca el deseo de agarrarse a algo/alguien que ayude a explicar, entender, descubrir lo que está ocurriendo, yendo más allá de lo que está ocurriendo. La realidad se convierte en un puzle que quisiéramos encajar como es debido y recomponer la imagen que se nos ha descolocado.

Ese alguien podría ser Dios; pero enseguida sale aquello de Epicuro “puede, quiere, no puede, no quiere…”. Todo es comprensible cuando nuestra mente busca a toda costa algo/alguien que dé sentido a esta confusión y lo haga de acuerdo con nuestros personales deseos.
Por eso, al fondo, en nuestras conversaciones siempre aparece Dios. ¡Sabemos tan poco de Él! ¿O sabemos mucho? Quizá lo suficiente para no perdernos en el camino. Sabemos lo que Jesús nos aseguró. Él nos transmitió su propia experiencia: Dios es un Padre bueno, que nos ama, que siempre nos espera, que quiere nuestro bien. Pero parece que eso no nos basta. En una época de desconfianza, las palabras parece que pierden fuerza. Nosotros quisiéramos encontrar respuesta a nuestros propios interrogantes. Y ésta no llega nunca, lo suficientemente clara, como para tranquilizarnos. Por eso no sorprende que lleguen deserciones y el “para qué vale Dios”.

Creer en Dios no “vale”, no “sirve” para nada. Como para nada vale, para nada sirve, querer a las personas. Si valiera, si sirviera para algo estaríamos cosificando, utilizando el objeto de nuestro amor. Infravaloraríamos el objeto de ese amor; estaríamos valiéndonos de Él para nuestro provecho.

Dios desborda nuestros razonamientos, está más allá o más acá, y la fe en Él no dejará todo claro, ni borrará de nuestro campo interrogantes que no hallarán la respuesta que nosotros deseamos. Los interrogantes abarcan nuestra vida, es el producto de nuestra razón que anhela encontrar explicación de todo. Así nos hicieron y por ello luchamos.

Querámoslo o no, vivimos envueltos en el misterio. Estamos, vivimos, en el misterio de Dios. Podemos aceptarlo o rechazarlo; podemos asumir su realidad y vivir como hijos teniéndolo presente, disfrutando de Él. Podemos, también, dejarlo de lado y perdernos a Alguien que nos ama y nos acompaña. Creer es aprender a caminar con pocas seguridades, pero sí las suficientes para vivir en confianza, desde la certeza de que lo que hemos “creído”, “visto”, “percibido”, ayuda a confiar en lo que todavía no hemos visto.

Y, como coda final, hay que volver siempre a Jesús. Sus palabras, su vida, su experiencia de Dios, le valieron para asumir todo lo que le sobrevino por su fidelidad a ese Buen Padre del que Él nos habló con insistencia. Su resurrección, la que seguimos proclamando estos días, es seguridad y confianza en medio de todos los interrogantes. Él es el camino, la verdad y la vida. Suerte, y gracia, de poder contar siempre con Él.

Fr. Salus Mateos, OP
Convento de San Pablo y San Gregorio
Valladolid 8 de mayo de 2020
 



LLEGÓ UNA NUEVA VIDA


En medio de este mundo confuso y perturbador, Juan Carlos y Teresa nos enviaban la feliz noticia del nacimiento de su primer nieto. Las particulares redes del grupo que compartimos se pusieron enseguida en movimiento. Las felicitaciones salían por todos los poros de la red. Era una noticia alentadora. Acompañaban su alegría con la foto de su nieto sobre el pecho de su madre. Él dormido serenamente y ella mirándolo con ternura.
Cuando el demoníaco coronavirus sigue alimentando el miedo por todos los rincones, la vida de este niño comienza a desenvolverse al margen de todo este desconcierto. Su vida va surgiendo rodeada de cuidados y prevenciones, de cariño y de esperanza. El otro “sermínimo” parece ir adueñándose de todos los lugares y dejando a su paso la desolación y la tristeza. Sus tentáculos siguen extendiéndose y el mapa mundial es ya un largo y silencioso SOS al que nadie parece saber responder con seguridad. Se sale por donde se puede; hay intentos de todo tipo, pero nada parece parar el efecto de su fuerza. Da la sensación de que la improvisación es el arma más socorrida y las reacciones ante su presencia no acaban de encontrar la línea que indique claramente por dónde seguir.
El pequeño nieto de Juan Carlos y Teresa seguirá creciendo apoyado por el amor de muchos. Ahí sí se sabe por dónde seguir para que la vida vaya triunfando sobre la muerte, tan repetida estos últimos tiempos. Ese pequeño va dando sus primeros pasos sin necesidad de saber que, los pulmones que le permiten respirar, están convirtiéndose para muchos en órganos que se van volviendo inservibles cuando ese maldito “mínimoser” llega a sus cuerpos adueñándose de todo y desequilibrando la existencia.
El pequeño irá creciendo repartiendo alegría por doquier. Sonreirá cuando reconozca rostros familiares que le transmitirán seguridad y, su vida, como la primavera, se irá abriendo paso mientras él irá descubriendo los misterios en que se verá envuelto. Dios ha bendecido a estos jóvenes padres entregándoles la alegría de ser responsables del niño que ha llegado a este mundo. Él llenará su existencia con múltiples colores y quizá algún día sepa que mientras él llenaba de alegría a su familia, muchas personas luchaban con el miedo de la incertidumbre. Gracias a Dios, para él todo será cosa lejana, historia oscura en la que él no tuvo protagonismo. Lo tuvo otro “mínimoser” maldecido por todos que llegó, un tanto de improviso, y trajo consigo la desolación y la desesperanza.
Bienvenido, pequeño, a este mundo. Ojalá tu existencia discurra por el camino de la luz y la esperanza. Ojalá no encuentres en ese camino el látigo inesperado del desconcierto aniquilador. Que seas motivo para seguir confiando en que la vida se abre paso por encima de lo inesperado y en ella se manifiesta el hálito de Dios que, pese a todo, sigue presente en la luz y en las sombras de nuestros días.

Fr. Salus Mateos
Valladolid 26 de marzo de 2020



NUESTRA IGLESIA VACÍA

A las ocho de la mañana, como solíamos hacer, la comunidad baja a la iglesia. Es nuestra celebración conventual donde participamos todos los frailes. En este tiempo no hay compromisos externos y podemos vivir juntos este gesto tan comunitario: celebrar la eucaristía con el rezo de las laudes. Es un acto que parece cercenado de la realidad. Esa eucaristía cuenta siempre con un grupo de personas que, repartidas por el templo, celebran, en unión con la comunidad, el acto más significativo de nuestra fe.

Nuestra recién estrenada sillería coral se ve estos días ocupada, manteniendo entre nosotros la debida distancia. Pero se siente la ausencia de las personas que a esa hora tempranera acuden con fidelidad a vivir su fe. Y uno mira los bancos vacíos y recuerda los lugares que ocupa cada uno de los participantes. También la variedad de la que se ayudan en el rezo. Los hay que usan el móvil para recitar los salmos; otros lo hacen valiéndose del libro que hay a disposición de todos. Por eso, estos días, extender la mirada por los bancos vacíos produce una cierta nostalgia. Una iglesia vacía remite siempre a los hombres y mujeres que la frecuentan y acuden a ella a algo más que a ver la belleza de su arte.

Esos bancos de nuestra iglesia vacía, reciben cada día la vida de muchos y variados visitantes. Los hay que, en tiempo de frío, buscan el calor del recinto o el frescor cuando el calor aprieta; otros llegan como si hubieran caminado mucho y descansan; los hay que parecen recogidos y en oración, no son la mayoría; también hay bastantes que pasean extendiendo la mirada por todas partes, como si quisieran ver más de lo que hay. La grandeza del templo no deja indiferente más que a los que buscan la foto para poder hacer constar a alguien que pasaron por aquí, aunque no les importe mucho lo que contemplan.

A esta hora primera hay un profundo silencio. No se oyen los coches, ni la algarabía de los adolescentes que se acercan al instituto Zorrilla. El “coronavirus” ha dejado la costumbre vacía. Solo los bancos y nosotros que representamos a tantas personas que comparten nuestra misma fe. Es lo que uno se imagina: la iglesia está vacía, pero hay ausencias/presencias que se sienten, no tanto por costumbre, cuanto por haber vivido juntos el misterio de Jesucristo y, por ello, sentirnos un poco hermanos de todos los que tienen que resistirse a entrar, por eso de que “la salud es lo primero”.


Fr. Salus Mateos Gómara, OP
19 de marzo de 2020



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